Thursday, March 29, 2007

CONFIESO


Hermanos, esta es mi confesión publica. Soy un pecador, pero creo que el Señor Jesús murió por mis pecados y resucito para mi salvación. Durante mis primeros 33 años asistí a la Iglesia unas cuatro o cinco veces. Pero por la gracia de Dios me encontró y me acerco a ella, su Iglesia. Durante mi vida he mentido, odiado, guardado rencores, envidiado y muchas otras cosas mas. Comparto con todos la naturaleza caída de la humanidad. Por muchos años pensaba que el ser implacable, burlón, lleno de vanidad, egoísta, me hacia ser el “gran hombre”. Por muchos años ignore a Dios y al Señor Jesús. Por muchos años viví como si Dios no existiera. Lleno de injusticia, maldad, avaricia y malicia; colmado de envidia, pleitos, engaños y malignidad, chismoso, detractor, aborrecedor, insolente, soberbio, jactanciosos, desobediente, sin entendimiento, indigno de confianza, sin amor, despiadado. Participe en las politiquerías del trabajo. Con dolor confieso que mis ojos llenos de lujuria se fijaban en mujeres que no eran mi esposa. Mi lengua esparcía groserías y palabras vacuas e insolentes. El YO era el centro de mi universo. Esta vida, la cual es considerada por el mundo como “normal”, es la que lleve, al igual que muchos la llevan. Para mi todas las religiones eran “iguales”. La Iglesia Católica era mi enemiga, una organización dedicada a la ignorancia y la superstición, aborrecida después de tantos años de propaganda consumida en la escuela y en los medios. Ningún cura “me iba a decir lo que debo de hacer”. Soberbia vana de ignorancia invencible.

El Señor me llamo, gracias a una esposa incomparable, santa y de tremenda fuerza de carácter. Gracias a unas hijas maravillosas que le dan sentido a nuestra vida. Gracias a la misericordia de un Dios incomparable. Gracias a el amor de un Jesús de perdón y gracia. Y todavía aun cuando me llamo, aun cuando regrese a mis 35 años hace ya mas de diez años, aun el pecado seguía clavado en mi alma, resultado de tantos años de una vida sin Cristo. Hermanos, el vicio de la lujuria de la pornografía me ataban. Y durante años después de mi conversión, después de haber reconocido a Cristo como mi Señor, seguí con doblez de corazón sin abandonar mi vicio. Me pesa pensar en el dolor y el sufrimiento que cause mi Señor y a mi familia. Pero gracias le doy a Dios por el perdón, la sanación y la lealtad de mi familia.

El que este libre de pecado que tire la primera piedra dijo nuestro Señor a los que querían apedrear a la mujer adultera, sorprendida en el acto. Es una frase que muchas veces citamos para justificar nuestro comportamiento, pero al mismo tiempo que nos justificamos con ellas, no tenemos intención de cambiar. Se nos olvida que el Señor, después de que los acusadores se fueron retirando poco a poco hasta que quedaron solos, El y la mujer, le dijo “vete a casa y YA NO PEQUES”. Nadie esta libre de pecado, mucho menos yo, la única razón por la que me atrevo a escribir los comentarios en este BLOG es el mandamiento de nuestro Señor de predicar el evangelio; y mi propio corazón herido por el pecado, reconoce muchas de las situaciones de las que yo mismo participe en el pasado. Desgraciadamente soy experto en pecado, y por lo tanto puedo reconocerlo en otras partes. El Señor me ha sanado, pero siguo siendo pecador, sigo luchando contra mis debilidades, contra mi propio corazón lleno de concupiscencia y pecado. El sacramento de la reconciliación es mi avenida para reconocer ante Cristo mi pecado. Ojala todos nosotros recurriéramos mas a esta gracia de perdón que nos dejo el Señor.

Ruego al Señor que tenga misericordia de mi, que perdone mis pecados, que enderece mi torcido camino, me purifique de la maldad y me reestablezca en su reino. Le ruego que no me deje caer mas ante la tentación y que me libre del malo y de todo lo malo. Que se haga su santa voluntad por que suyo es el poder, la gloria y el reino. Aléjame Señor del pecado y de las tentaciones del mundo. No me dejes caer. Hermanos y hermanas, este pecador les pide su perdón por mi hipocresía, por mi soberbia, por mi falta de humildad.
No tiro piedras, pero apunto al camino en el que juntos podremos andar, el camino que nos lleva al Señor.

Amen.

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