Thursday, March 15, 2007

La Plaga Moderna


En tiempos pasados plagas como la peste negra, el cólera, la lepra y otras enfermedades eran temidas por ser letales y altamente contagiosas. En la edad media la peste negra acabo con un tercio o mas de la población europea. Las plagas son un símbolo en el libro de Apocalipsis del castigo divino por la rebelión humana.

Hoy en día una plaga nos afecta, no una plaga causada por bacterias como la peste negra, pero plaga en fin, tan insidiosa, letal y destructora. Esta es la plaga de la pornografía. Vivimos en una época en que los medios modernos de comunicacion y las personas que los manejas, se han dedicado de una manera sistematica a destruir los limites de la moralidad cristiana.

Nuestra sociedad vive una verdadera "pornificacion" de los medios. Television, revistas, radio, Internet, cine promueven este "destape" en donde todas las perversiones y desviaciones que antaño eran mantenidas fuera de los medios principales y eran parte del mundo de perversos, ahora son mostradas abiertamente, afectando incluso a los niños.

La vulgaridad y la perversion se han vuelto normales. El adulterio, la violencia contra las mujeres, la lujuria, la falta de control, son glorificados en imagen y sonido. Cristina Aguilera, Madonna, Paulina Rubio, programas de televisa, la música "rap", la llamada musica "grupera", etc., etc., son ejemplos del reino de lo vulgar y pornográfico. El Internet sobre todo se ha vuelto el principal distribuidor de pornografía, facilmente accesible, agresivamente dispensa su veneno a personas de todas edades y genero.

El Problema con la pornografía es que sus efectos son adictivos y destructivos como los de las drogas. Requiere de constante atención y en dosis cada vez mas grandes. La progresión de la pornografía "soft" que reina hoy en la television y cine, a las perversidades mas horribles como el bestialismo y el abuso sexual de menores, es lógica y seguida por muchos.

Sobre todo el abuso de menores, es algo que es hoy extraordinariamente común. Tan solo hay que ver los anuncios de diseñadores como Kalvin Klain y otros, los cuale utlizan modelos con cuerpos pre-pubecentes, para ver que tan común se ha vuelto la explotacion de la imagen de menores sexualmente activos y provocativos.

Incluyo aquí una traducción hecha de una carta del Obispo Católico Loverde cuyas observaciones en el tema son absolutamente necesarias para padres de familia.

“¿Acaso no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, quien está en ustedes y al que han recibido de parte de Dios? Ustedes no son sus propios dueños; fueron comprados por un precio. Por tanto, honren con su cuerpo a Dios.” (1 Cor. 6:19-20)


I. Introducción: “La vida del hombre es la visión de Dios” (San Irineo)

En mis cuarenta años como sacerdote, he visto la maldad de la pornografía extenderse como una plaga sobre nuestra cultura. Lo que alguna vez fue el vergonzoso y ocasional vicio de algunos cuantos, se ha convertido en el entretenimiento normal y aceptado de muchos, (por medio del Internet, cable, satélite, televisión, teléfonos celulares y hasta aparatos de juegos portátiles y otros mecanismos diseñados para niños y adolescentes). Nunca antes se habían visto tantos ante la tentación de la pornografía. Nunca antes las estructuras de responsabilidad has sido tan débiles (ni siquiera mencionado las defensas que todas las sociedades deberían de levantar para la defensa de su regalo más precioso; los niños).

Esta plaga persigue las almas de hombres, mujeres y niños, destruye lazos matrimoniales y hace victimas de los más inocentes de entre nosotros. Obscurece y destruye la habilidad de las personas para poder ver en el otro una expresión única y hermosa de Dios. Enturbia esta visión causando que se vea a otros como objetos abiertos al uso y la manipulación. Se ha excusado a la pornografía como una fuente de libre expresión, se le apoya como una empresa de negocios, y se le condona como a cualquier otra forma de entretenimiento. No se es reconocida suficientemente como una amenaza a la vida y felicidad, infrecuentemente se le trata como una adicción destructiva que cambia la manera en que los hombres y las mujeres se comportan el uno con el otro; algunas veces de forma dramática pero casi siempre de una forma muy sutil.

Conozco sobre esta plaga por medio de mis hermanos sacerdotes que de manera cotidiana la confrontan en el confesional; por medio de consejeros que la tratan en las diferentes agencias sociales católicas; por medio de maestros católicos, ministros juveniles y catequistas que confrontan sus efectos en las vidas de nuestra juventud; por medio de los padres de familia que hablan del reto de inculcar a sus hijos en la virtud de la modestia en nuestra cultura; y por mi propia actividad en la organización “Alianza Regional en contra de la Pornografía” que es una coalición ecuménica de lideres religiosos.

Y sin embargo esta plaga se extiende mucho mas allá de los límites de nuestras escuelas y nuestras iglesias. Las victimas de esta plaga son innumerables. Quizás hoy mas que nunca el hombre encuentra el don de la vista, y por lo tanto su visión de Dios, distorsionada por la maldad de la pornografía.

Como parte de mi responsabilidad de llevar a todas las personas de mi diócesis a la visión beatifica de Dios, me es necesario enfrentar los tremendos peligros morales, sociales y espirituales de la pornografía. Al hacer esto les pido a católicos y no católicos a que pausen y se unan a mis reflexiones en esta carta pastoral que tiene como objetivo: 1) examinar la naturaleza de la actual amenaza; 2) Confrontar los argumentos hechos por aquellos que intentan racionalizar la pornografía e encubrir a los pornógrafos; 3) ofrecer recomendaciones concretas (para todos los cristianos, jóvenes, parejas y sacerdotes) de como protegerse en contra de la pornografía y como liberarse de su esclavitud, buscando el perdón de Dios; y finalmente 4) reflexionar sobre el don de la vista y su plenitud en la divina contemplación.

II. La naturaleza de la Amenaza Actual: Una Ofensa Grave

Los artistas han a menudo representado el cuerpo humano, ya sea vestido o desnudo, en varias situaciones y poses. Aun cuando el peligro de la inmodestia existe inclusive en cuanto a las obras de arte, la maldad de la pornografía es mucho más grave e insidiosa. La pornografía representa al cuerpo humano de una manera solamente explotativa y sus imágenes son creadas sola y exclusivamente para provocar la impureza sexual. Por lo tanto la producción, consumo y distribución de pornografía es una ofensa en contra de la dignidad de las personas, objetivamente malvada y debe de ser condenada.

En una cultura que ve la pornografía como una mera debilidad privada o inclusive como un placer legitimo que debe ser protegido por la ley, debemos aquí repetir la constante enseñanza de la Iglesia Católica: En términos muy simples, El Catecismo de la Iglesia Católica condena la pornografía como una grave ofensa. (CIC 2354).

La inmoralidad de la pornografía viene, primero que todo, ante el hecho de que distorsiona la verdad de la sexualidad humana. Pervierte el acto conyugal, la entrega intima mutua entre los cónyuges (CIC 2354). En vez de ser la expresión intima de vida y amor de la pareja, el sexo se reduce a una baja forma de entretenimiento y hasta de lucro para otros. La pornografía viola la castidad por que introduce pensamientos impuros en la mente del observador y de manera muy frecuente lleva a actos en contra de la castidad tales como la masturbación o el adulterio.

La pornografía también ofende a la justicia. Hace grave daño a la dignidad de los que participan en ella (actores, comerciantes, público), ya que uno se convierte en un objeto de placer bajo e ilícito de otros. (CIC 2354). Los participantes son usados y manipulados de maneras incompatibles con la dignidad humana. Todos los involucrados en la producción, distribución, venta y uso de la pornografía coopera, y de alguna manera hace posible, la perversión de otros. En verdad la pornografía se ha convertido en un sistema e industria de degradación mutua. Que algunos participen de una manera voluntaria no reduce la culpabilidad de aquellos que participan en su producción y uso.

Además, la pornografía represente un serio abuso de los medios de comunicación, y en este sentido es una violación del octavo mandamiento. Debemos recordar que el derecho al uso de los medios de comunicación (en otras palabras la “libertad de expresión”) no es un derecho absoluto. Siempre debe de estar al servicio del bien común. Las autoridades civiles deben de asegurar que el uso de estos medios de comunicación este de acuerdo con la ley moral. Para lograrlo las autoridades deben prevenir la producción y distribución de materiales pornográficos. (CIC 2354)

Les recuerdo a los fieles, por lo tanto, que el uso de la pornografía (su manufactura, distribución, venta o uso) es gravemente pecaminosa. Aquellos que se dedican a estas actividades con pleno conocimiento y completo consentimiento cometen un pecado mortal. Tales acciones les privan de la gracia santificante, destruye la vida de Cristo en sus almas y les priva de recibir la Santa Comunión hasta que hayan recibido la absolución por medio del sacramento de la Penitencia.

La gravedad de estos pecados se hace mas clara cuando uno considera el tremendo daño que el uso de la pornografía ocasiona en la sociedad. Daña primeramente a la familia, la célula básica de la sociedad y la Iglesia, ya que desgarra el lazo matrimonial “ya que sumerge a todos los que están involucrados en la ilusión de un mundo de fantasía” (CIC 2354), cuando el varón usa la pornografía, desvía su atención y afección lejos de su esposa y crea un su mente expectaciones irreales y frecuentemente inmorales de sus vidas intimas. El hombre empieza a acercarse a su esposa solamente como un medio para su propia gratificación y ya no como su “compañera “. Sacerdotes y consejeros saben muy bien que tan grave es la amenaza de la pornografía para el matrimonio y cuantas familias ya han sufrido una triste división debido a sus efectos.

La disponibilidad e intrusión de la pornografía hieren al bien común produciendo una perspectiva consumerista y licenciosa de la sexualidad, particularmente de las mujeres. Enseñar y guardar la preciosa virtud de la castidad es cada día más difícil cuando la pornografía ha infectado a la mayoría de los medios de comunicación. El interés social de preparar a jóvenes de ambos sexos para el matrimonio también es afectado cuando los medios presentan el santo e intimo acto como un juguete mercantilista a lo que debería ser propio del lazo sagrado del matrimonio.

Tal vez lo peor de todo es, sin embargo, el daño que la pornografía hace al “molde” de lo sobrenatural. Nuestra perspectiva natural de este mundo es el modelo para la perspectiva sobrenatural del otro mundo. Una vez que hemos distorsionado y dañado este molde, ¿Cómo podremos entender esta realidad sobrenatural? El Señor nos ha dado el don de la vista con la intención de que eventualmente lo veamos a El. El uso pecaminoso de esta facultad distorsiona nuestro entendimiento sobre ello y – aun peor- ciega nuestra habilidad de realizar esta visión en el cielo. Lo que el hombre debería de usar para recibir la verdadera visión de Dios y la belleza de su creación, lo usa en vez para consumir imágenes falsas de otros en la pornografía. ¿Como podemos comprender la visión sobrenatural que Dios desea de nosotros (o sea la contemplación de Dios en la visión beatifica) una vez que nuestra visión natural ha sido dañada y deformada?

Los Cristianos en un mundo Secular

Los cristianos son intrínsicamente un pueblo apartado (consagrado). La realidad del bautismo nos constituye en una comunidad llamada al desierto, un pueblo consagrado a una relación con el Creador de todas las cosas. Pero como el pueblo de Israel que fue llamado a salir de Egipto, los miembros de la Iglesia se hayan inextricablemente atados a la misma cultura de muerte de la que Dios los la liberado.

En el desierto la comunidad entera se quejaba en contra de Moisés y Aarón. Los israelitas les decían, “¡Cómo quisiéramos que el Señor nos hubiera quitado la vida en Egipto, allá nos sentábamos en torno a las ollas de carne y comíamos pan hasta saciarnos!” Éxodo 16-2:3

No es sorprendente entonces que asumamos actitudes mundanas y nos confundamos sobre la verdadera naturaleza del pecado. Esta confusión se convierte en mortal cuando la usamos para justificar nuestro propio pecado o bien buscamos racionalizar la naturaleza maligna de nuestras tentaciones. Esto es sobre todo evidente en la confusión que algunos cristianos experimentan sobre la verdadera naturaleza de la pornografía.

Los jóvenes cristianos batallan para vivir las demandas del discipulado entre las presiones de la cultura que les rodea. Este proceso de integración es más difícil en una cultura que, en la última generación, ha abandonado la virtud de la castidad.

Los matrimonios (especialmente los maridos) tratando de crecer en la fidelidad inherente a su vocación matrimonial, se encuentran ante la tentación de escapar y buscar una falsa consolación en imagines y fantasías.

Sacerdotes y religiosos comprometidos a una vida casta y célibe, se encuentran en medio de una cultura que ve el celibato como una imposibilidad y hasta como una meta insana. En momentos de duda, pudieran buscar las falsas consolaciones de la impureza. Sus fallas son aun mas graves por el escándalo que traen a la Iglesia.

Hombres y mujeres solteros son distraídos de su más importante tarea de discernir el llamado de Dios para sus vidas. Al trasladarse a pensamientos impuros e imagines de conducta sexual desordenada, minan el fundamento de confianza y fidelidad requerida para la verdadera felicidad.

Ninguna persona, hombre o mujer, que viva en nuestra cultura, se puede sustraer completamente a la plaga de la pornografía. Todos son afectados de alguna manera, hasta aquellos que no participan directamente en el uso de la pornografía. Aun así, aquellos que se han dado a este vicio deben si pudieran contestar honestamente si la pornografía los ha hecho felices o mejores personas, solamente los mas insinceros contestarían “si”. Un análisis honesto revela que el uso de la pornografía es espiritual, social y emocionalmente debilitante.

¿Por qué tantos se rinden ante una tentación tan obviamente contraria al bien de la persona humana? Cuando menos en parte por las dudas y confusión creados por los falsos argumentos de aquellos que justifican esta conducta.

Son estos falsos argumentos a lo que ahora volteamos antes de ofrecer recomendaciones.

III. Argumentos Falsos

“No hay victimas, así que nadie es dañado”

La justificación a la pornografía a menudo comienza viendo en esta actividad un intercambio entre usuarios y aquellos que producen y distribuyen el material. En esta perspectiva hay una elección “libre” de parte de adultos consensúales para saciar una “necesidad” y ser remunerado por llenar esta “necesidad”. El espejismo inherente en esta racionalización es que todos los participantes completan el intercambio como cuando empezaron, siendo las mismas personas, sin que haya daño alguno. Como todas las racionalizaciones esto es solamente una alucinación.

El primer espejismo es el que dice que ver a hombres y mujeres en relaciones íntimas no los daña como personas. Muy a menudo esto no es cierto ni siquiera en el plano material. Tomando ventaja de los vulnerables y necesitados, la industria pornográfica frecuentemente los invita a hundirse en actos cada vez más peligrosos hasta que el daño físico es inevitable.

Y sin embargo la naturaleza misma de la pornografía comete violencia en contra de la dignidad de la persona humana. Tomando un aspecto esencial de la persona (la sexualidad humana) y convirtiéndola en una transacción comercial que se vende e intercambia, que se usa y luego se tira en anónimidad, la industria pornográfica comete el más violento ataque a la dignidad de sus víctimas.

“Eros, reducido solamente a “sexo” se ha convertido en una mercancía; meramente una “cosa” que se vende y compra, el hombre mismo se convierte en mercancía. Esto seguramente no es el gran “si” del hombre al cuerpo. Al contrario, ahora considera su propio cuerpo y sexualidad como un aspecto puramente material de si mismo, para ser usado y explotado cuando plazca. Tampoco los ve como parte del ejercicio de su libertad, sino como un meros objetos que intenta, cuando le place, hacerlos placenteros e inofensivos. Estamos aquí tratando de la degradación del cuerpo humano: ya no integrado a nuestra libertad existencial completa; ya no una expresión vital de todo nuestro ser; sino más o menos relegado a la esfera puramente biológica”. Su Santidad Benedicto XVI, Deus Caritas Est, 5.

Cada día miles de hombres y mujeres son seducidos a la industria pornográfica por la promesa del dinero fácil. Esta industria abusa de los más vulnerables: los pobres, los maltratados y los marginalizados, e inclusive los menores. Esta explotación de los débiles es gravemente pecaminosa. Ya sea necesidad, confusión o alineación lleva a hombres y mujeres a convertirse en objetos pornográficos, su elección de llegar a esto ciertamente no puede verse como “libre”. Aquellos que producen y distribuyen pornografía dejan un rastro de hombres y mujeres dañados, rotos y devaluados en su camino.

Más y más de las victimas son cada vez más jóvenes, inclusive niños. Cuando estos, los más vulnerables e inocentes de nuestra sociedad, se convierten en víctimas de una industria que esta dispuesta s destruir su inocencia por ganancia, es un acto de violencia indescriptible.



Deshumanizando al Espectador

Los culpables dentro de la industria son fácilmente identificables, pero no están solos. Toda la industria pornográfica existe para generar ganancias, y no las puede haber si no hay clientes. Aquellos que buscan y usan imágenes pornográficas son participantes activos en la victimizacion de otros. Aquellos que usan materiales pornográficos no se pueden separar de la responsabilidad moral asociada con la victimizacion y degradación de hombres, mujeres y niños que estos materiales muestran. Los espectadores mismos son degradados en el acto.

Es erróneo pensar que el efecto singular de opciones morales es el daño que estas opciones ocasionan a otros. Ciertamente el efecto inmediato de optar en participar en el acto de ver pornografía es el daño espiritual y la violencia emocional cometida en contra de aquellos cuyas imágenes son mostradas. Sin embargo, el efecto personal y existencial en el que elige ver imágenes pornográficas, esta en el centro de estas acciones de pecado.

La persona humana, la única criatura con sentido moral, progresivamente construye o destruye su carácter por cada una y todas sus elecciones morales. Por lo tanto uno se convierte en virtuoso por el mismo hecho de practicar la virtud, y uno se deprava por el hecho de practicar el vicio. Cuando uno elige ver pornografía, aun cuando al principio no sea voluntariamente, uno se convierte en el tipo de persona que esta dispuesto a usar a otros como meros objetos de placer, desechando la inherente dignidad como hombres y mujeres creados en la imagen de Dios. Cuando el hábito de la pornografía se endurece, las características del que rebaja, hace objetos y desea la violencia en contra de la dignidad de otros se hacen mas pronunciadas.

Es en esta transformación algunas veces gradual otras veces rápida del carácter humano en la cual el pecado ejerce su más fuerte influencia en los individuos de una cultura. Los jóvenes más fácilmente manipulan y abandonan sus amistades para llenar sus apetitos efímeros y egoístas. Los esposos empiezan a medir a sus parejas en una escala basada en lo que reciben de su relación en vez de auto-entrega en fidelidad matrimonial.
Adultos jóvenes se acercan al matrimonio como un mero contrato abrogable si los beneficios de la condición matrimonial ya no satisfacen sus cada vez más irrealistas expectativas e inclusive perversos deseos. Sacerdotes y religiosos pueden juzgar su ministerio en su satisfacción y avance personal en lugar de sacrificio. El uso generalizado de la pornografía naturalmente lleva a una degradación de la sociedad humana por que degrada a las personas que se subyugan a ella.

La pornografía hace de la intimidad una mentira. Deformando esa muy humana característica que promete un fin a la soledad, la pornografía lleva al usuario a un mayor aislamiento. El propósito divino de la sexualidad humana es saciar el deseo de comunión con otro y llevar a la persona a un lazo de amor pleno y vivificante. En la experiencia humana de la intimidad con otro se prefigura el destino eterno del hombre en comunión con su Dios.

Jesús contesto, “¿No han leído que en el principio el Creador 'los hizo hombre y mujer y dijo: 'Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa, y los dos llegarán a ser un solo cuerpo'? Así que ya no son dos, sino uno solo.” Mateo 19: 4-6

La promesa falsa de intimidad que ofrece la pornografía lleva en su lugar a una más profunda alineación que impide la habilidad del usuario de experimentar el verdadero contacto humano. El usuario de pornografía, aun cuando desea más intimidad se vuelve seguramente más dentro de si mismo, aislándose en una mayor soledad.

Erosión de la Familia

La victima mas trágica y lamentable de la plaga de la pornografía el la familia. Aun cuando la “intimidad” prometida por este vicio es ilusoria y la felicidad buscada es transitoria y destructiva, el daño a las relaciones humanas, tan necesario para que florezca la familia, es en muchos casos muy real y permanente.

El desarrollo de la familia depende en el crecimiento de sus miembros en santidad y verdadero amor humano. Este amor es el cual tiene como principal meta el bien del otro. Es en esta experiencia de amor humano en la cual los niños crecen en gracia y sabiduría para convertirse en virtuosos e integrales miembros de una sociedad. El verdadero amor humano no surge de deseos egoístas pero más bien de darse a si mismo. Es en el ejemplo de esta autoentrega expresada por padres amorosos en la que los niños desarrollan el potencial para comprometerse a una intimidad con el otro y con Dios.

Cuando los miembros de una familia voltean a la pornografía en una deformada sed de intimidad, se voltean en contra, y de alguna manera rechazan su compromiso a la familia.
Por medio de esta acción violentan la relación que define su propia vocación.

“Si la persona no es dueña de si misma (por medio de las virtudes y por medio de la castidad) esta carece de ese dominio propio que hace posible el entregarse a si mismo. La castidad es el poder espiritual que libera el amor del egoísmo y el agresión. En grado en que la persona debilita su castidad, su amor se convierte en más y mas egoísta, satisfaciendo su deseo por el placer y ya no su autoentrega.” La Verdad de la Sexualidad Humana, 16

Una vez entregado a este vicio, el miembro de la familia hace grandes esfuerzos para mantener su traición secreta. A final de cuentas, sin embargo, es en vano esperar que un secreto que deforma la esencia de la sexualidad humana, pueda del todo seguir oculto de aquellos a los que hemos jurado nuestro amor y nuestras vidas. Esta traición, aun cuando no se conozca del todo, se comunica por medio de cambios en el carácter del trasgresor. En el alejamiento y aislamiento de la persona, los otros miembros de la familia sienten las consecuencias inevitables del desviamiento de la intimidad propios al secreto de la pornografía.

Los primeros en sentir la violencia de la pornografía son los cónyuges. Si la pornografía es un pecado en contra de la dignidad humana de aquellos cuyas imagines son usadas, ¿cuanto aun mas es un pecado en contra de la dignidad de aquel o aquella al que prometimos exclusivamente nuestro afecto? El uso de la pornografía es una violación del compromiso matrimonial. Aun cuando sea tolerado por el esposo o esposa, ¿como es posible evitar sentir el rechazo y traición cuando su pareja se vuelve al espejismo y felicidad efímera de las imágenes pornográficas? Se dejamos esto sin remediar a tiempo, el rechazo lleva frecuentemente a la destrucción permanente del vínculo matrimonial.

Es la naturaleza de todo pecado que aquellos que sufren mas son los inocentes. Los niños que naturalmente desean imitar e integrar el amor desinteresado de sus padres se hayan en vez confrontados con tensión, traición y egoísmo. Es comprensible entonces que lleguen a creer que el verdadero amor, de sacrificios y autoentrega sea una simple quimera.

Tal como es esperanza vana del esposo que usa pornografía mantener su pecado en secreto, es también vano esperar que el material pornográfico se mantenga en secreto. Los niños encuentran el mismísimo material que ha causado tanto daño a su familia y son introducidos a un entendimiento de la sexualidad ajeno a la intención de los padres. En vez de aprender y experimentar sobre la nobleza de la persona humana, creada en la imagen y semejanza de Dios, experimentan su degradación, reducida a una mercancía, a un mero objeto.

El uso moderado de la pornografía puede ser terapéutico

Algunos sostienen la posición de que actuar sexualmente en lo general, y el uso de la pornografía en particular, llena las necesidades humanas más básicas. Esta posición sostiene que la pornografía puede proveer una fuente de satisfacción para aquellos que encuentran la intimidad del matrimonio imposible o al menos no disponible. Se citan ejemplos de parejas separadas por la distancia; solteros que aun no encuentran el matrimonio; esposos y esposas repentinamente privados del acto sexual debido a enfermedad o su edad. En cada uno de estos casos, la realización de algún nivel de satisfacción humana (o sea sexual) aun cuando inferior a la verdadera intimidad matrimonial, se ofrece como un alivio temporal a las personas anhelantes de contacto humano.

Este punto de vista presupone que la actividad sexual solitaria o ver a otros en actividad sexual, es de alguna manera de la misma naturaleza que la verdadera intimidad humana. De hecho la intimidad anhelada por todas las personas es el antitesis de la experiencia deshumanizante y explotativa en el uso de imagines pornográficas. En vez de proveer solaz y satisfacción, el uso de la pornografía inevitablemente conlleva no solamente experiencias repetidamente insatisfactorias, pero además demanda una aumento constante del estimulo visual. Cada escalamiento y cada experiencia rebaja y lleva a una perdida de sensibilidad departe del espectador a la belleza y nobleza de la persona humana.

En vez de proveer algún contacto de intimidad humana, el uso habitual de la pornografía limita la posibilidad de la persona, e inclusive su habilidad, de encontrar intimidad con otros. ¿Cómo es posible entrar en una relación de amor y respeto cuando la preparación para este encuentro esta basada solamente en la “necesidad” carnal? ¿Como puede lograrse la confianza necesaria para la verdadera intimidad si esta determinada por deseos secretos? El uso de la pornografía daña las mismas cualidades humanas que hacen la intimidad posible: específicamente respeto, confianza y la disponibilidad de sacrificarse por el otro.

Las mismas personas que exhiben el encuentro de meras necesidades biológicas como si fueran verdadera intimidad, también caracterizan la fidelidad como un sacrificio demasiado costoso para poder respetarla. Todos los matrimonios encontraran ocasiones cuando la intimidad marital no es posible. Para algunos estas ocasiones pueden significar tiempos prolongados. Usar estas ocasiones como excusa para el uso de pornografía es abaratar la promesa de fidelidad en la que esta fundado el matrimonio. Abrazar la pornografía como un substituto de la intimidad matrimonial es la tacita admisión de que el esposo o esposa son un medio para llenar “necesidades” biológicas, más no una pareja en la comunión del amor humano.

Algunos batallan con tentaciones compulsivas y ocasionalmente obsesivas a la impureza. En un intento erróneo de controlar estas tentaciones pueden recurrir al uso de la pornografía como al “menor de dos males”. El uso de la pornografía es equivocadamente justificado como una “válvula de escape” permitiendo la satisfacción de estos deseos compulsivos de una manera supuestamente inofensiva, ya que solo involucra al individuo. Esta racionalización equivoca el verdadero daño del pecado. Aun cuando aparenta dar alivio a las tentaciones, el uso de la pornografía por estos individuos solamente es echar más fuego a la hoguera de sus impulsos obsesivos.

Similarmente algunos batallan con tentaciones peligrosas y destructivas: atracciones homosexuales, atracción a menores y fantasías sádicas. En la espera de mantener estas tentaciones en secreto, estas personas frecuentemente usan la pornografía como un medio para controlar sus impulsos. Este engaño, alimenta, en lugar de disminuir las tentaciones. La desintegración entre la persona pública y la persona privada se acrecienta al punto en que la fantasía no puede separarse de la realidad. De hecho el uso de este “fetiche” pornográfico solidifica la tentación en lugar de aliviarla. El uso repetido de imágenes y fantasías pornográficas transforma la tentación en una especie de profecía autorrealizada. Aquel que recurrió a la pornografía para escapar la tentación se convierte en la personificación misma de esa tentación.

No puede haber un uso “moderado” de la pornografía, así como no puede haber racismo u odio “moderado”. Aceptar esta suposición seria gradualmente aceptar la rendición a la maldad. Cualquier alivio aparente será pasajero y las consecuencias a largo plazo harán cualquier futura resistencia más difícil, posiblemente llegando a la adicción.






“La pornografía puede ser un instrumento en madurar tanto emocional como sexualmente”

Muy a menudo la pornografía es vista como una parte natural del proceso de maduración, como un medio por el que los jóvenes llegan a comprenderse a si mismos como personas sexuales. Los padres, probablemente recordando sus propias batallas, pueden tratar de ignorar el uso de pornografía en sus hijos. En vez de alentar a los jóvenes a ganar el control y respeto de si mismos, esta manera de ver las cosas presenta a nuestros jóvenes con un futuro dependiente en las puras ganas y oportunismo sexual.

Es la naturaleza de la pornografía alentar una expresión de la sexualidad humana no solamente deforme sino severamente limitada y patentemente falsa. El uso de la pornografía por los jóvenes previene un entendimiento de la sexualidad humana integral con la expresión propia y la intimidad que es la completa manifestación de la persona. En lugar de crecer en apreciación de la santidad de la persona, los jóvenes atrapados en la red de la pornografía comienzan a relacionarse con otros y así mismos como meros objetos.

El dominio propio es un elemento esencial de la seguridad emocional. Sin el domino propio que conlleva el controlar y (cuando sea necesario), luchar contra los propios comportamientos destructivos, incluyendo la pornografía, los jóvenes en el proceso de maduración se hallaran en la poco envidiable condición de no poder controlarse a si mismos o a su mundo. Un joven que ha perdido la esperanza del dominio propio ha perdido también la habilidad de controlar lo que hace a otros.

La pornografía no puede ayudar a ganar la madurez por que ofrece una mentira sobre la persona: que ésta puede ser explotada. El uso de la pornografía por los jóvenes hace de su autentico desarrollo emocional y sexual mas difícil, debido a una falsa presentación de la interacción humana. Los jóvenes deben de ser dirigidos a tratar de alcanzar la madurez del dominio propio y la modestia, de esa manera convirtiéndose en personas completamente integradas, respetándose a si mismos y a los demás.

“La oposición cristiana a la pornografía proviene de un odio del cuerpo”

“Huyan de la inmoralidad sexual. Todos los demás pecados que una persona comete quedan fuera de su cuerpo; pero el que comete inmoralidades sexuales peca contra su propio cuerpo. ¿Acaso no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, quien está en ustedes y al que han recibido de parte de Dios? Ustedes no son sus propios dueños; fueron comprados por un precio. Por tanto, honren con su cuerpo a Dios.” 1 Corintios 6: 18-20

Aquellos que defienden los “derechos de expresión” de pornógrafos frecuentemente acusan a la Iglesia de puritanismo por su defensa de la pureza, ignorando el aspecto pastoral de esta misma defensa. Los que defienden estos negocios criminales posan como paladines del verdadero humanismo, presentando la enseñanza cristiana sobre la castidad como “antihumana”. Se acusa a la Iglesia de odiar el cuerpo humano y por consecuencia atentar contra la naturaleza humana.

Esta mentira se ha repetido tantas veces en la larga historia de la Iglesia que ha sido aceptada por muchos como si fuera parte central del pensamiento cristiano. La realidad es completamente opuesta. La Iglesia siempre ha condenado ese entendimiento dualista del espíritu como bueno y el cuerpo como malo. Dios creo todas las cosas, tanto materia como espíritu, y vio que todas estas eran buenas (Génesis 1). La resurrección del cuerpo, la cual es nuestra esperanza, y el reconocimiento del cuerpo como parte integral de la personalidad humana, es lo que esta en la base del concepto de la castidad cristiana.

La Iglesia no opone el cuerpo contra el alma, al contrario, enseña la necesaria plenitud tanto del cuerpo y alma para una verdadera y completa afirmación a la vida. Muy lejos de denigrar el cuerpo humano y tratar la sexualidad como una cosa malvada, la Iglesia afirma la santidad del cuerpo. Debido a esta santidad el acto matrimonial es reconocido como poseedor de un carácter sacro y sacramental que la Iglesia busca proteger.

Los partidarios de la pornografía, por el contrario, abogan por tal dicotomía entre el cuerpo y alma. Cuando uno mira al cuerpo como algo que no tiene consecuencia para la persona, necesariamente uno tiene poco respeto de cómo se representa tal cuerpo. La presunción es que el cuerpo es algo separado del la esencia de la persona y por lo tanto no tiene importancia perdurable.

IV. Lo que se Puede Hacer: Una Palabra a la Esfera Publica

Las autoridades públicas tienen la responsabilidad de mantener y ennoblecer los estándares de las comunidades a las que sirven. El proteger una industria de miles de dólares que destruye las vidas tanto de los que son exhibidos por ella como por los que la consumen, bajo la excusa de proteger la libertad de expresión, no es servir; es complicidad. Los funcionarios públicos deben de trabajar en promulgar y reforzar leyes que contribuyan a una cultura que respete la vida de todos los ciudadanos.

Esa empresa criminal conocida como la industria pornográfica es un crimen en contra de los inermes e incautos a los que engaña y una afronta a un publico civilizado. Continuar tolerando este insidioso y toxico veneno que se disfraza como libertad de expresión o libertad de conciencia contribuye a la degradación de nuestra cultura y la victimizacion de nuestros propios hijos.

Los ciudadanos libres tienen el derecho y responsabilidad a una cultura que apoye la vida, la dignidad y la nobleza de todas las personas. Los ciudadanos deben unirse para exigir leyes que pongan restricciones razonables a la manera en que se muestran el cuerpo y la intimidad humanos.

En donde la mentalidad pornográfica ha invadido hasta los medios de comunicación comunes (y ciertamente lo que hoy se ofrece en televisión por cable y hasta en los canales de la banda normal, cada día esta mas cerca de ser pornografía) los ciudadanos deben demandar que los funcionarios públicos que se encargan la regulación de estos medios tomen acciones inmediatas y efectivas en su contra. Al contrario de lo que dicen algunas fuentes de comunicación mal intencionadas, tales acciones no son censura, sino la exigencia para que termine la explotación de personas y la degradación de la moral publica.

Consejo a los Cristianos

“Sean intachables y puros, hijos de Dios sin culpa en medio de una generación torcida y depravada. En ella ustedes brillan como estrellas en el firmamento” Filipenses 2:15

Los cristianos no deben sorprenderse de ser parte de una cultura que de muchas maneras es contraria al evangelio y chocante con la virtud cristiana. Ya era lo mismo en los tiempos de San Pablo y de alguna manera lo ha sido para cada generación de creyentes desde entonces. Pero los cristianos de cada generación son llamados a vivir en conformidad con la verdad de Cristo Jesús y separarse de aquellos aspectos de la cultura que son contrarios a esta verdad. Una manera muy efectiva en la que los creyentes pueden combatir la plaga de la pornografía es por medio del testimonio de sus propias vidas.

Una cultura se conforma de las opciones que toman personas libres. Es muy importante que optemos por actividades que sean moralmente sanas y que afirmen la vida, contribuyendo al bien común y al desarrollo de todas las personas. Dentro de nuestras propias facultades cada persona debe contribuir al entretenimiento sano y puro que pueda ser compartido por todos. En los campos del arte, literatura y música nunca debemos comprometer nuestra propia dignidad cristiana para quedar bien con las expectativas de una cultura decadente.

Formemos vínculos muy cercanos con amistades cristianas para apoyo y afirmación mutua. Cuando sea apropiado usemos estas amistades para moldear y explorar la cultura que nos rodea. Es en tanto en estos vínculos amistosos como en la familia donde se encuentra la autentica intimidad.

Los cristianos de hoy viven en una época sin precedente por su habilidad de comunicar y recavar información. Por medio de la televisión, cine, teléfonos celulares y el Internet, nos encontramos con una cantidad casi ilimitada de información a nuestro alcance a cualquier hora del día o la noche.

Deplorablemente, una gran cantidad de la información disponible en el Internet es de naturaleza pornográfica. Algunos encuentran en este acceso instantáneo a imágenes impuras una tentación muy difícil de superar. No debemos justificar la presencia de una serpiente venenosa en nuestro hogar por los beneficios que nos pueda traer. Debemos de recordar nuestra obligación moral de no acercarnos voluntaria y concientemente a situaciones que nos pongan en ocasión de pecado. La inconveniencia de perder el acceso instantáneo a la información es con mucho compensada por la habilidad de vivir una vida integrada y pura.

El crecimiento espiritual es imposible sin que haya una honesta admisión de culpa y una reconciliación. Todos los cristianos deben de allegarse a la gracia del Sacramento de la Penitencia (confesión) y hacer de este sacramento de misericordia la piedra angular de su lucha contra la pornografía.

Finalmente nunca hay que subestimar la eficacia de la oración cristiana. Oremos por las victimas de la pornografía, que su preciosa dignidad humana sea sanada y restaurada. Ofrezcamos actos concretos de penitencia por medio de las obras espirituales y el ayuno por aquellos que manipulan a otros en este crimen de la pornografía y por los que comparten en la complicidad de su distribución. Por medio de estos actos de reparación ofrezcamos un sacrificio agradable a Dios.

Confiemos siempre la Iglesia a la protección del señor San José.

O señor San José, que fuiste elegido por Dios para ser el padre adoptivo de Jesús, el purísimo esposo de Maria siempre Virgen, y cabeza de la Sagrada Familia. Has sido elegido por el vicario de Cristo como el celestial Patrono y Protector de la Iglesia fundada por El. Protege al Santo Padre y a todos los obispos y sacerdotes en comunión con el. Queridísimo San José se mi padre, protector, y guía en el camino de la salvación. Obtiene para mí la pureza de corazón y amor de la vida espiritual. Por medio de tu ejemplo haz que todas mis acciones sean dirigidas para la mayor gloria de Dios en unión con el Sagrado Corazón de Jesús, el Inmaculado Corazón de Maria y tu propio corazón paternal. Finalmente, ruega por mí para que comparta en la paz y gozo de una muerte santa. Amen.

Consejo a los Jóvenes

Vuelvo con un interés especial a mis jóvenes hermanos y hermanas en Cristo. Temo que toda la carga de la claudicación de nuestra cultura a la pornografía caerá en sus hombros, tanto hoy como en el futuro. No solamente han sido hechos blancos por esta empresa criminal como un recurso de lucro financiero, sino que además tienen que soportar la pobre noción de intimidad que resulta de una cultura que ha confundido al amor con la gratificación instantánea. Sepan primero que Dios les ha destinado a un amor verdadero y completamente humano, que encuentra su esencia, no en manipular a otros, sino en compartir y florecer en comunión con sus amados.

“Que nadie te menosprecie por ser joven. Al contrario, que los creyentes vean en ti un ejemplo a seguir en la manera de hablar, en la conducta, y en amor, fe y pureza.” 1 Timoteo 4:12

Muchos en nuestra sociedad han aceptado la mentira de que los jóvenes no pueden controlar sus deseos naturales o practicar la virtud de una intimidad casta. Esta creencia (que pregona que es impractico o inclusive no natural evitar la impureza y darse a las fantasías pornográficas) es una mentira muy lejana de la mente de la Iglesia. Aceptar esta mentira de inmadurez se convierte en excusa para ignorar la vital importancia de reforzar las virtudes de la modestia y castidad tan centrales a su futura felicidad.

El crecimiento en intimidad que esta en el corazón de la experiencia de los jóvenes empieza en la familia. Aquí, en la intimidad del amor y el sacrificio humano, es donde primero exploran el gozo de la intimidad y la confianza. En la sagrada comunidad de la familia aprenden que su valor como personas no depende de su utilidad o del éxito, sino por que son valorados como personas consagradas e irremplazables. Es también en esta sagrada comunidad de la familia en la que el perdón, tan central en nuestra lucha contra el pecado, es aprendido y practicado por primera vez.

Acuérdense siempre del importante papel que tienen en la comunidad de su familia. Respeten a sus padres y el papel que Dios les dio en guiar su vida. Cooperen con los esfuerzos de sus padres para asegurar que ustedes estén seguros y también con sus esfuerzos para guiarlos. Esta guía es muy importante en como deciden ustedes usar los medios de comunicación y participar en otras actividades recreativas. Mientras desarrollan un saludable sentido de la privacidad no se dejen engañar por el secretismo. La privacidad es el saludable y necesario entendimiento de que porciones de su vida (sus pensamientos, sueños y aspiraciones) son suyos de una manera muy única y por lo tanto solo deben de ser compartidos cuando decidan compartirlos en la intimidad. El secretismo es, sin embargo, enemigo de la intimidad y violenta los lazos de la familia. Estos secretos son un rechazo al amor.

Vean a sus hermanos y hermanas y recuerden sus responsabilidades para con ellos. Si son mayores que ustedes aliéntenlos con sus comentarios positivos para su éxito. Recuérdenles que ustedes los desean imitar en sus virtudes. Si son menores ayúdenlos, echando mano de las experiencias y luchas que ustedes ya han tenido.

“Estén siempre preparados para responder a todo el que les pida razón de la esperanza que hay en ustedes.” 1 Pedro 3:15

El crecimiento en la intimidad no termina con la familia. Para el joven el desarrollo de los lazos de amistades intimas marcan el fin de la niñez y el principio de la vida adulta. La formación de estas amistades ejerce un poderoso deseo de ser aceptado y pertenecer. A menudo se dejan llevar por la llamada “presión de los compañeros”, pero las expectativas de estos amigos no son solamente una fuente de tentación para experimentar con comportamientos destructivos, sino que también pueden ser también una oportunidad para compartir cosas de valor verdadero y perdurable. No claudiquen ante la tentación de compartir imagines impuras para ganar la aceptación de los amigos. Rechacen el camino fácil de la conversación impura, modas inmodestas y el entretenimiento pornográfico. Estén listos para explicar a sus amigos por que han elegido evitar esta maldad. Ofrezcan en vez un ejemplo de dominio propio. Así como el dominio propio que se demuestra en el atletismo, la música, y los estudios académicos llama a la admiración de nuestros compañeros, así también nuestro dominio propio en la pureza llamara la admiración de nuestros amigos que sufren de las mismas vacilaciones y tentaciones.

En cualquier lucha humana, inclusive en la lucha por la pureza y la modestia, hay la posibilidad de derrota. Es muy a menudo ante la derrota cuando la persistencia en el éxito nos lleva al domino propio. No deben desanimarse si llegan a caer ante las tentaciones que les rodean. Sean persistentes en su meta y recupérense calmadamente de su derrota temporal. Los jóvenes tienen una gran afinidad hacia el Sacramento de la Penitencia. Por su comprensión innata de la tragedia de la derrota, los jóvenes anhelan naturalmente regresar al estado de gracia. Tomen ventaja de la oportunidad de reconciliarse. Participen del Sacramento de Penitencia de una manera regular.

Recuerden que Dios los ha creado para una perfecta intimidad para con El. Su lucha contra el pecado (ya sea la pornografía u otras tentaciones que tiene la vida) es en realidad una preparación para la verdadera intimidad para la que su amoroso Padre los ha creado. En cualquier vocación a la que les haya llamado el Señor, el éxito en su batalla contra la impureza contribuirá a su verdadera felicidad, la cual se haya en la intimidad de ese mismo llamado.

Siéntanse siempre confiados en pedir ayuda en sus luchas al amado San José, el verdadero padre espiritual de todos nosotros.

O amoroso padre San José que vigilaste y protegiste al Niño Jesús mientras crecía en gracia y sabiduría, guárdanos, a mi, a mi familia y a mis amistades, mientras luchamos por llevar una vida de amor y amistad. Ruega para que sea yo un ejemplo como verdadero discípulo de tu amado Hijo y que todos mis pensamientos, palabras y obras sean una inspiración para aquellos a los que amo. Que anhele a mirarte como un ejemplo de verdadera intimidad humana y a tratar a otros con respeto y cortesía, pensando siempre sobre el bien de otros en lugar del placer para mí. Defiéndeme contra las tentaciones de la impureza y concédeme para servir como ejemplo de modestia y castidad. Guíame en mi camino que pueda descubrir mi vocación para la que me has creado y en esta descubrir el gozo que tú viviste con tu muy Sagrada Familia.

Consejo para las Parejas Comprometidas y Casadas

El verdadero guardián de la especial dignidad humana de las personas es la familia, y muy particularmente los esposos y esposas, que son custodios de la santidad de la vida. La pornografía no solamente posa un peligro a la promesa de fidelidad que es el elemento fundamental de los lazos matrimoniales, sino que amenaza el desarrollo moral y sexual de los hijos cuyo cuidado es confiado al celo de los padres. Los esposos y las esposas son los combatientes más directos e inmediatos de la batalla en contra de la pornografía.

“Así mismo el esposo debe amar a su esposa como a su propio cuerpo. El que ama a su esposa se ama a sí mismo, pues nadie ha odiado jamás a su propio cuerpo; al contrario, lo alimenta y lo cuida, así como Cristo hace con la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo.” Efesios 5: 28-30

Mientras que los esposos gozan de igualdad de dignidad como personas, no comparten las tentaciones igualmente (especialmente las tentaciones asociadas con la plaga de la pornografía) Debemos de admitir que el uso de la pornografía es mayormente, aun cuando no exclusivo, asociado con los varones. Si un matrimonio empieza a ser dañado por la pornografía, es el marido, casi seguramente, el que introduzca el material al hogar.

Esposos, estén concientes que su solemne promesa de fidelidad, que es el fundamento de la formación de la familia, se ve lastimada por cualquier uso de la pornografía. Luchen en honrar la promesa que hicieron al principio de su vida matrimonial. Las épocas en que la intimidad es difícil son oportunidades de practicar amor sacrificial de un cónyuge que solamente su noble vocación matrimonial ilustra más perfectamente.

Buscando consolación en el espejismo de la pornografía corromperá de manera incremental el auto-entendimiento, la percepción que tengan de su amada esposa, y el modelo que ustedes presenten a sus hijos. Es fútil creer que esta preocupación secreta pueda ser ocultada y aislada de la vida familiar. Poco a poco, el egocentrismo y el la falta de respeto para uno mismo y otros, que esta en el centro de este vicio, se manifestara dentro de la relaciones con su familia.

Las esposas que descubren que sus esposos han descendido a una atracción pecaminosa a las imágenes pornográficas deben de reaccionar con amor y perdón, pero también con una grave conminación al esposo para que regrese a su verdadera y varonil vocación matrimonial. La traición a la esposa por un mero espejismo es una experiencia muy amarga, pero también una experiencia cuyo antídoto mas seguro es el amor, apoyo y consejo.

El campo de conserjería psicológica, cuando guarda un entendimiento apropiado de la persona y la ley natural, pueden también ser de gran beneficio. Muchos se hayan incapaces de luchar contra la impureza solos, y la ayuda de un terapista o consejero es de gran (algunas veces decisiva) ayuda.

Los esposos y esposas deben de practicar una constante vigilancia para asegurar que la plaga de la pornografía no entre sus vidas o las de sus hijos. Esta vigilancia comienza con un prudente control de los medios de comunicación disponibles en el hogar. Alienten la lectura y uso de revistas, libros y programas sanos e inspiradores. Cuando ejerciten su control como padres sobre de los medios en el hogar, den a sus hijos estándares entendibles y razones morales para rechazar o recomendar contenidos. Siempre sean claros y consistentes cuando expliquen estos estándares y demuestren su importancia por medio de aceptar los mismos estándares para ustedes mismos.

Insistan en controles claros y estrictos en el uso del Internet por cualquiera de sus hijos. El uso del Internet en las escuelas y el hogar siempre de localizarse en áreas abiertas y familiares. Los hijos, inclusive los mayores, no deben de tener acceso al Internet en la privacidad de sus habitaciones. Controles tecnológicos tanto en computadores como en televisores deben de ser de uso rutinario en la familia.

De manera más importante, los esposos y esposas proveen el ejemplo más claro y seguro de castidad por medio del amor, devoción y sacrificio que demuestran en la relación de uno con el otro. Recuerden siempre que el Señor les ha dado, por medio de su vida conyugal, los medios perfectos para llevar a los hijos a una verdadera y madura comprensión de la intimidad humana.

Confíense ustedes y a sus hijos siempre al cuidado de ese esposo perfecto, el señor San José.

O providentísimo guardián de la Sagrada Familia, defiende a esos niños de Cristo Jesús. Muy amado padre, ahuyenta la maldad de la impureza y el pecado. Nuestro muy poderoso protector, graciosamente ayúdanos desde el cielo en nuestra lucha contra los poderes de las tinieblas. Y así como una vez salvaste al Niño Jesús del peligro mortal, así ahora defiende a esta familia de las trampas de sus enemigos y de toda adversidad. Cubre a cada uno de nosotros con tu constante protección, para que apoyados por tu ejemplo y tu ayuda, podamos vivir una vida de virtud y una muerte santa y obtener la felicidad eterna en el cielo. Amen.

Consejo a los Sacerdotes

“Señor Soberano, Todopoderoso, que no sean avergonzados por mi culpa los que en ti esperan; O Dios de Israel, que no sean humillados por mi culpa los que te buscan.” Salmo 69:6

Ahora volteo a mis hermanos en Cristo, mis hermanos sacerdotes, que deben de llevar la seria tarea de guiar al pueblo cristiano en su lucha contra los males de la pornografía. Nosotros que hemos sido llamados a compartir en el sagrado sacerdocio de Cristo también debemos de compartir en Su pureza. Esta es una tarea de amor de toda la vida y que nos debe de traer mucho gozo y gran humildad. Mientras que le damos alabanza y gloria a Dios en el éxito de nuestro ministerio, también debemos de arrepentirnos y hacer penitencia por nuestras propias faltas y las faltas de otros.

Como sacerdotes nos hallamos inmersos en una cultura que frecuentemente es diametralmente opuesta a las virtudes cristianas. Mientras que somos estudiosos de la cultura para que podamos ser más hábiles en evangelizar, siempre tenemos que estar muy alertas no sea que nos dejemos atrapar por los mismos elementos que buscamos derrotar.

Ustedes y yo somos hombres célibes por el Reino de Dios. Este tremendo regalo del celibato es una invitación a la intimidad que Cristo comparte con su Iglesia. Debemos de abrazar este regalo siempre con gozo y debemos de crecer en la auto-entrega de amor que es nuestra herencia. Someterse a la seducción de la pornografía es pecar seriamente contra el regalo de la castidad célibe.

Si algún sacerdote se hallase parte de este pecado, debe de buscar ayuda de su obispo o superior religioso. Tal falta no necesariamente significa el fin del ministerio. Yo quisiera asistirlos en obtener la curación espiritual, psicológica y sacramental que será necesaria para que regresen a su trabajo.

Todos los sacerdotes deben de tomar parte en una frecuente y continua dirección espiritual. Estos encuentros con su director son una oportunidad íntima y preciosa para oír la voz del Maestro y responder a Su voluntad. La comunicación con sus directores siempre debe de ser franca y completa, ocultando nada de las frustraciones y tentaciones de su ministerio y revelando todas sus culpas. Aceptar humildemente la dirección es una segura defensa en contra de los peligros de la impureza.

Ningún sacerdote pude ser un ministro adecuado de la reconciliación sin el mismo buscar frecuentemente la absolución. Los sacerdotes deben de practicar frecuentemente la confesión en el Sacramento de la Penitencia. Tardandose o disminuyendo la importancia de la confesión es signo de un corazón que no tiene arrepentimiento.

Todos los sacerdotes deben de ser responsables por sus acciones, tanto privadas como públicas. En verdad, como ministros de Cristo, ninguna de sus acciones es verdaderamente privada a excepción de sus oraciones personales, e inclusive el fruto de estas debe de ser ampliamente tratado con su director espiritual. Nunca permitamos llevar una vida privada secreta a nuestros hermanos. Los sacerdotes deben de ser especialmente diligentes de esta área en cuanto se refiere al uso de las tecnologías modernas de comunicación. Aliento a cada sacerdote a hacerse responsable ante sus otros hermanos sacerdotes en el uso de estas tecnologías.

Finalmente pido que todos los sacerdotes se encomienden a San José, el ejemplo de la paternidad, y que oren frecuentemente por su intercesión tanto como por ustedes como por sus otros hermanos.

O San José que llevaste al Niño Jesús en tus benditos brazos y que, durante treinta años, viviste en intimísima familiaridad con El, toma bajo tu poderosa protección aquellos a los cuales ha vestido don su autoridad y honrado con la dignidad de su sacerdocio. Sostenme en mi fatiga y trabajos, consuélame en el dolor, fortifícame en el combate, pero sobre todo mantenme lejos de todos los males de la impureza. Obtiene para todos mis hermanos la humildad de San Juan Bautista, la fe de San Pedro, el celo y la caridad de San Pablo, la pureza de San Juan, y el espíritu de oración y serenidad del que tu, y querido Santo, eres el modelo, para que después de haber sido aquí en la tierra los fieles ministros de los Misterios de tu Hijo adoptivo, nuestro Señor Jesucristo, podamos en el cielo recibir la recompensa prometido a los pastores de acuerdo al Corazón de Dios. Amen.

V. El Don de la Vista

Benditos son los puros en el corazón, por que ellos verán a Dios

Entre el sufrimiento y dolor causado por el mal de la pornografía, somos llamados a ser un pueblo de esperanza, viendo la imagen de Dios en otros, y restaurar nuestro don de la vista enfocándonos en la meta final de nuestra fe y nuestra visión.

La Iglesia siempre ha descrito al cielo como la contemplación de Dios cara a cara. Benditos son los puros en el corazón, por ellos verán a Dios (Mateo 5:8). Nuestro Señor dijo estas palabras al comienzo de su ministerio público. Así El mismo revela la conexión entre la virtud de la pureza y el sentido de la vista. Como explica el Catecismo, esta Beatitud, pureza de corazón es una precondición para la visión de Dios. (CIC 2519).

Esta Beatitud describe en primer término una característica esencial de los benditos, de aquellos que han entrado al gozo de la vida trinitaria (CIC 1721): son puros de corazón. Esta descripción también sirve como exhortación moral: debemos de buscar esa pureza de corazón. En un sentido general, la pureza de corazón se refiere a la capacidad humana para amar. Indica un corazón dedicado enteramente al Señor, sin división por pasiones o deseos contrarios a El. Ya que el corazón es el asiento de la personalidad moral (CIC 2517), la pureza de corazón significa integridad moral.

Y sin embargo la pureza del corazón esta particular y cercanamente asociada con la sexualidad humana -ese aspecto esencial de la persona que concierne la afectividad, la capacidad de amar y procrear, y de manera mas general la aptitud para establecer vínculos de comunión con otros- CIC 2332. En este contexto, la Beatitud indica especialmente un corazón purificado de deseos bajos y egoístas (un corazón que no ve o desea a otro por placer o ganancia egoísta). La pureza de corazón se refiere a la integración de los deseos y acciones de uno con la verdad de la sexualidad humana y genuina auto-entrega.

La segunda parte de la Beatitud describe la recompensa para los puros de corazón: verán a Dios. Cada Beatitud expresa algún aspecto del cielo (en este caso la visión de de Dios). “Ver a Dios” tiene primeramente un sentido metafórico. Se refiere al conocimiento de Dios a la habilidad de “ver” intelectualmente. Y sin embargo, “ver a Dios” o poseer la “visión de Dios” no es solamente una analogía del cielo. Tiene también un profundo sentido literal. Por que el cuerpo humano será resucitado en el Día Final, los justos “verán” a Dios con sus “propios ojos”. Como tal, “ver a Dios” es descriptivo del postrero anhelo cada corazón humano y el propósito final del sentido de la visión de cada humano.

La encarnación de nuestro Señor trae al hombre la habilidad de realizar el deseo de ver a Dios. En su Evangelio, San Juan da elocuente testimonio sobre ello: “Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y hemos contemplado su gloria, la gloria que corresponde al Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.” Juan 1:14. En su primera epístola, San Juan también atestigua que: “Lo que ha sido desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que hemos contemplado” 1 Juan 1:1. En la persona de Cristo Jesús, Dios habla al hombre cara a cara (y el hombre ve la cara de Dios). De hecho no seria una exageración decir que el Señor vino al mundo precisamente para que lo veamos. Por lo tanto en su curación de los ciegos (Mateo 9:24-28; 12:22; Marcos 8:22-23; Juan 9), El revela que ha venido a reestablecer el propósito original de la vista. Sobre todo por su muerte y resurrección, nuestro Señor nos redime y por lo tanto nos permite la entrada al cielo ante la mismísima presencia de Dios.

San Juan, de hecho, compara la visión de Dios con la salvación en si. “Sabemos, sin embargo, que cuando Cristo venga seremos semejantes a él, porque lo veremos tal como él es.” 1 Juan 3:2. Por medio de verlo nos convertimos como El. Al verlo recibimos la salvación. Por lo tanto la Iglesia habla del cielo como la “visión beatifica” (esto es la visión que nos hace benditos). Así San Irineo escribió “La vida del hombre es la visión de Dios”. Aquí “hora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara.” 1 Corintios 13:12.

Tomando las Escrituras, la Iglesia ha reflexionado siempre en este deseo y promesa de la visión de Dios. Ella describe la virtud de la fe como una manera de ver a Dios y sus verdades describiendo la contemplación (el culmino de la oración) en términos similares:

“La contemplación es mirada de fe, fijada en Jesús. ‘Yo le miro y el me mira’ decía a su santo cura un campesino de Ars que oraba ante el Sagrario. Esta atención a El es renuncia a “mi”. Su mirada purifica el corazón. La luz de la mirada de Jesús ilumina los ojos de nuestro corazón; nos enseña a ver todo a la luz de la verdad y su compasión por todos los hombres. La contemplación dirige también su mirada a los misterios de la vida de Cristo. Aprende así ‘el conocimiento interno del Señor’ para mas amarle y seguirle. CIC 2519.

Esta habilidad de “ver” espiritualmente tiene implicaciones para la vida moral: “esta pureza nos concede ver según Dios, recibir al otro como un ‘prójimo’, nos permite considerar el cuerpo humano, el nuestro y el del prójimo, como un templo del Espíritu Santo, una manifestación de la belleza divina.” CIC 2519.

Nuestra vista, mas que solamente una habilidad física, también sirve para como un medio importante para entender la fe, el cielo y la salvación. De hecho su fin y realización propios es la visión de Dios mismo. El propósito final del hombre esta ligado con su habilidad de ver. Con esta profunda verdad en mente, podemos apreciar mejor la grave amenaza que la pornografía represente para el alma humana, la familia y la sociedad.

VI. Conclusión: “Fueron comprados por un precio. Por tanto, honren con su cuerpo a Dios.” 1 Corintios 6:19-20

Estamos ante un umbral (la disyuntiva es si dejemos que esta plaga se extienda con cada vez menos y menos limites, o tomar pasos concretos para extirparla de nuestras vidas, familias, comunidades y cultura).

Somos un pueblo llamado a tomar parte en la pura y noble visión de Dios y su creación. También somos un pueblo cuya futura gloria ha sido comprada con el precioso sacrificio de nuestro Señor Jesucristo. Nunca debemos olvidar el costosísimo precio de esta compra.

Un pueblo libre pude combatir con gran valor el tremendo peligro moral, social y espiritual de la pornografía. Mi ferviente oración es que los católicos, otros cristianos y toda la gente de buena voluntad comprendan esta amenaza, la confronten, faciliten una verdadera sanación, y que cada vez mas completamente vivamos el don de la vista que Dios nos otorgo.

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