Monday, April 27, 2009

Cine Victoria, 1975

La avenida 16 de Septiembre a la altura del mercado turístico Juárez era todavía la más importante área comercial de la ciudad, sus comercios, cines, librerías y edificios aun conservaban algo de su vitalidad. Señas de su declive eran ya visibles, en ese año si bien recuerdo se abrió el primer “mall” de la ciudad, el Río Grande con su principal tienda Futurama y ya se empezaban a abrir negocios fuera de la zona centro que eventualmente en los siguientes años significo el fin de esta como centro comercial de la ciudad y precipito su decadencia a lo que hoy es (ustedes hagan sus conclusiones).

Para un adolescente de 14 años las luces, los automóviles, los negocios, los establecimientos comerciales eran mi versión limitada de Manhattan a la mexicana. En aquellos años mi familia vivía en una casona de la avenida Lerdo (hoy demolida y el solar convertido en estacionamiento) junto a una mansión abandonada que años después se convertiría en albergue de niños de Juan Gabriel. Como esparcimiento (¡que inocencia ahora pienso!) me gustaba caminar desde la Lerdo a la 16 de Septiembre y ver los aparadores, sobre todo de las librerías Villaverde, Juárez y México Teporame (¿existen todavía?) y la Casa de Música de Luxe en la esquina de Lerdo y 16 de Septiembre en donde me gustaba buscar discos (de 38 revoluciones de vinil negro; OK soy dinosaurio) de música clásica (a los catorce años era aficionado de Beethoven, hoy me llamarían “nerd”).

En aquellos años la ciudad era relativamente segura, los ataques de la liga comunista 23 de Septiembre estaban en el futuro y no había ni asaltos, asesinatos, decapitaciones y todas las otras delicias turísticas de hoy. Así que un niño (a mi gustaba pensar que era adolescente) de 14 años podía salir de su casa de manera segura sin temer secuestros y encontrarse en medio de un tiroteo.

Claro que ese día no me imaginaba que aquella percibida seguridad era algo engañosa. Una de mis principales maneras de diversión, inclusive hoy en día, es ir al cine. No me gusta todo lo que este medio produce, pero eso es una visión desarrollada con el tiempo y la experiencia; para la versión pubescente del Rudy García de catorce años edad, eso estaba en el futuro. En aquel tiempo me fascinaban los filmes de ciencia ficción, las películas con temas históricos, las cómicas como “El Mundo esta Loco, Loco, Loco” con un reparto estelar o “Una Fiesta Inolvidable” con Peter Sellers, también las de horror con Peter Cushing y Cristopher Lee de las producciones Hammer y sobre todo las de un niño estrella ahora olvidado, Mark Lester. Pasaba horas de placer y diversión sobre todo en el Cine Victoria (no se si hoy en día todavía exista, después por un tiempo fue cine de “Adultos” o sea fuente de basura pornográfica, pero en mis tiempos era un cine dedicado a los niños).

Aquel día no recuerdo la película que fui a ver (siempre me gustaba ir solo, por que con amigos, “novias” o familia no dejaban ver la película en paz), era la función de la tarde un día entre semana (los cines todavía mostraban dos filmes por función). Pero note que había dos o tres adultos en las butacas. Uno de ellos, un hombre de unos treinta y tantos años, de lentes, calvo pero con melena rizada a los lados de la cabeza (estilo Bozo), se sentó en la misma fila que yo. Durante el intermedio entre filmes salí a la sala a comprar palomitas y el hombre se ofreció a “dispararme” las palomitas y la “soda” (traducción para chilangos, el refresco). La verdad que a los catorce años no pensé mucho de la oferta, pero le dije “no gracias” y pague por mi cuenta. Regrese a la película y el hombre se sentó otra vez en mi fila pero dos asientos mas cerca. Desde ese momento con un ojo veía el filme y con otro vigilaba al fulano. Cuando se termino la función me dirige al baño, claro que Mr. Bozo (no se su nombre) también fue. Esto era ya ridículo así que decidí hacer una apresurada y estratégica retirada. Salí del cine Victoria apresuradamente y comencé a caminar por la 16 de Septiembre rumbo a casa. Ya se han de imaginar, Mr. Bozo me seguía los pasos y cuando trate de cruzar la calle en la esquina de Constitución y 16 de Septiembre, bloqueado por el tráfico el hombre me alcanzo. “¿Quieres que te invite una copa?, “¿Te puedo invitar a cenar? En eso momento el botón rojo de alerta se prendió y sin responder salí disparado corriendo por las aceras y no pare hasta que llegue a mi casa.

¿Por qué escribo esta anécdota? Por que creo que la homosexualidad y los predadores sexuales que hacen victima a niños están muy relacionados. Hoy en día se quiere legitimar “estilos de vida” y se quiere tratar a los homosexuales “gay” como gente normal. Esto ignora que la homosexualidad es un desorden mental y moral, una perversión contra la naturaleza. Esto se combina con homosexuales que tienen por predilección a menores de edad, estos son los mas peligrosos e inexcusables. ¿Cuantas vidas han sido arruinadas por estas personas? La pedofilia y la homosexualidad son nefastas manifestaciones del mal. El homosexual y el pedófilo requieren de tratamiento psicológico y cuando llevan a cabo sus actividades deben de ser sancionados por la autoridad civil. El querer aceptar sus actividades como “normales” va contra la ley de la naturaleza, el derecho humano y la ley divina.

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