Friday, February 19, 2010

Nihilismo en Ciudad Juarez

Es difícil tratar de decir algo sobre el baño de sangre que ocurre en México, específicamente en Ciudad Juárez. No es solamente una guerra brutal y sádica entre pandillas de narcotraficantes, sino una descomposición social de la cual emana la pestilencia corrupta e inmunda del cadáver de la fabrica social mexicana. Es difícil tratar de decir algo ante las visiones de tremenda brutalidad y desalmada crueldad que no solo afectan a criminales que hacen su modus vivendi del tráfico de drogas, sino que también toca todos los ámbitos de la sociedad. A las horripilantes ejecuciones se unen la extorción generalizada, el secuestro que en muchas ocasiones resulta en el asesinato, en el robo a mano armada, la violación, la intimidación. En fin, la desintegración del orden social y la imposición de la ley de la selva; una sociedad a expensas del brutal capricho de cualquier salvaje gorila que quiera empuñar una arma y tenga la voluntad de usarla sin miramiento.


¿Qué pasa en Ciudad Juárez? ¿Por qué este horrible resquebrajamiento de la fabrica social? En Ciudad Juárez el rostro horrible del caos y del nihilismo aparecen en toda su espantosa brutalidad. La crueldad demostrada por los asesinos rebaza ya hasta la lógica malvada del crimen. Esto ya no es solamente una “guerra” entre pandillas o entre estas y las autoridades. Los síntomas van más allá. La crueldad demostrada por ejemplo en la masacre de los jóvenes adolecentes de hace algunas semanas, o en el caso del hombre al cual le fue mutilada la cara y la piel de su rostro cocida a una bola de fútbol demuestran una enfermedad, una deformación del espíritu que rebaza a la simple empresa criminal. Estas personas matan a hombres, mujeres y niños sin miramiento, sin tocarse el corazón en lo más mínimo. Podemos ver a la maldad en su más cruel expresión, la maldad pura, la maldad desencadenada, la maldad real y escalofriante.

Ciudad Juárez es una sociedad en estado de shock. Los habitantes de la frontera juarense sufren del síndrome de shock post-traumático común entre las tropas que regresan de zonas de combate como Irak o Afganistán. Toda una población ha sido no solamente traumatizada por la sangrienta violencia, sino que ha sido sometida a un secuestro comunitario de miedo e intimidación, un verdadero terrorismo de nuevas dimensiones que tiene a toda la sociedad como rehén. En Ciudad Juárez los buenos no ganan y los malos han impuesto su reino de sangre. Es tanta la carnicería, el crimen cotidiano a que los habitantes de esa ciudad son sometidos que parte del shock incluye la de-sensibilización que trae como consecuencia una acostumbramiento a la violencia diaria, una insensibilidad que hace pensar que esta es la manera en que las cosas funcionan, una normalidad por decirlo “anormal”.

Cuando se confrontó al criminal de guerra Adolf Eichmann la abogada a cargo de su prosecución criminal dijo ser sorprendida por la “banalidad” de la personalidad del criminal. No era un “monstruo peludo” con colmillos, ojos desencajados y rojos. No, Eichmann era una persona común y corriente, alguien que en la calle no hubiera llamado la atención. La personificación del mal en la persona cotidiana, en el vecino de enfrente. En Ciudad Juárez las bestias no son tampoco monstruos horripilantes en su aspecto físico (aunque lo sean en su aspecto mental y espiritual), sino que se trata en su mayoría de hombres jóvenes, hasta adolecentes que pudieran ser cualquier hijo de vecina; pudieran ser el primo, el hermano, el amigo. ¿Quiénes son estas personas, estos asesinos, estos inmisericordes criminales? Son estos jóvenes violentos y desalmados, los hijos del pueblo, la cosecha de la sociedad en sí misma. Es lamentable decirlo, pero quizá debamos vernos en el espejo. Puede resultar que hemos visto al enemigo, y el enemigo somos nosotros mismos.

Durante muchos años en México la ley fue negociable y mercadeable. Durante muchos años la ética nacional fue la mordida y la corrupción. Durante muchos años se toleró al crimen y la corrupción siempre y cuando fuera “controlable”. Durante muchos años se disimuló una construcción nacional aparentemente normal, pero que en realidad tenía como fundamento una fabrica política manufacturada con el entendimiento fraudulento, el cohecho, la deshonestidad, la imposición de un sistema viciado por el relativismo moral y la falta de rectitud. En los puestos policiacos se puso a personas de una honestidad que cuando menos era cuestionable y en muchas ocasiones eran ellos mismos hampones. La filosofía era que los hampones con licencia podrían controlar a los hampones sin permiso y meterlos al “redil”. Durante muchos años los funcionarios públicos se corrompieron al aceptar dinero y componendas con el hampa porque de esta manera podían asegurar la “tranquilidad pública”, un esquema que es muy tentador, sobre todo cuando la violencia se dispara como lo ha hecho ahora, pero que al final de cuentas tan solo ocasiona una metástasis cancerígena de la corrupción social.

Esta corrupción no solo toca a los gobernantes y funcionarios públicos, sino que se extiende a toda la sociedad. En una sociedad donde tan solo unas cuantas familias controlan la gran mayoría de la riqueza y excluyen de sus fuentes de influencia a la mayoría de la población por medio de la corrupción, es natural que los que están fuera del circulo del poder económico y político busquen una movilidad social negada por el sistema económico corporativo y coludido entre las esferas del poder económico y las esferas de gobierno. El resultado de décadas de un sistema político y social oligárquico basado en la corrupción y reforzado por medio de un sistema educativo mediocre, relativista y tan corrupto como el resto de la tela política y económica, el resultado, repito, son generaciones enteras que han crecido no solamente fuera de la esfera del progreso económico, al cual solo pueden recurrir unos cuantos, sino que son generaciones que han sido “educadas” por un sistema que no solamente ha fallado en instruir lo elementos más básicos de una educación, sino que ha dejado un hueco moral en la mente de los egresados de las instituciones educativas.

Al relativismo moral propagado por la “educación materialista científica” y por un sistema viciado por la corrupción, se une el machismo ancestral mexicano y a una tradición violenta. Una sociedad a la cual fue negado los fundamentos morales y religiosos que pongan límites a la conducta, dando como resultado una personalidad vacía de cualquier principio moral ha producido el “nuevo hombre” creado por un sistema corrupto y relativista moralmente. Es este el “nuevo hombre” que, excluido de la movilidad social que ve desfilar ante sus ojos por medio de los medios masivos de comunicación, decide que el también quiere tener una suburban, relojes rolex, botas nuevas, mujeres, licor y sexo, quiere participar en la “buena vida “que el materialismo moral le propone como el ultimo bien, un materialismo tanto del socialismo de izquierda como del capitalismo de derecha. El materialismo “científico” se ha transformado en un materialismo craso y animalesco. Este “nuevo hombre” excluido de la “sociedad bien” encuentra en el trafico de drogas y en el crimen ocupaciones que le permiten acceso a complacer sus deseos y al dinero en cantidades fabulosas. La injusticia social que significa la desigualdad económica y social, que evita la movilidad social legítima se combina con una formación educativa mediocre, relativista y prosaica nula de todo contenido moral que ha contribuido en moldear un desastre social de proporciones mayores.

La solución no son más policías, soldados, armas y planes estratégicos. La solución no es el combate abierto en las calles. La solución no son más cárceles. La solución no son más muertes y venganza. Por muchos policías que se pueda entrenar y pagar, aun cuando fuera uno por cada esquina de la ciudad, no evitaría que la corrupción moral que ahoga a la sociedad se desparramara de todas maneras. El individuo tiene que auto-regular su conducta por medio de un ordenamiento espiritual y mental interno. Cuando este ordenamiento moral no existe, todo lo demás se desata por ende, lo cual se combina con un sistema de justicia viciado precisamente por esta falta de ética y moralidad para que se pierda todo límite a las conductas más bajas. El resultado de de décadas, quizá siglos de relativismo moral están a la vista; sembramos lo que cosechamos.

Es verdad que el consumo de drogas en Estados Unidos es el contribuidor principal a la guerra por controlar los mercados ilegales. Es verdad que el gobierno ha fallado a través del tiempo. Es cierto que no hay un sistema policiaco honesto y eficaz. Pero también es cierto que la crueldad demoniaca y la maldad espeluznante que se han presentado no son justificadas por ninguno de los factores anteriores. La orgia de sangre y violencia es el resultado no de una falla técnica o táctica. Es el resultado de la bancarrota moral de una sociedad que ha perdido su orientación y ha envenenado el alma de sus miembros. La solución no es fácil ni rápida. El mar de sangre y la tempestad de violencia que se han desatado no terminaran de la noche a la mañana. Hasta que confrontemos la realidad espiritual del problema que confronta a la sociedad mexicana no habrá soluciones. Se han necesitado generaciones enteras para llegar a este punto en la vida del país. La desmoralización de la sociedad no se ha logrado de la noche a la mañana; ha sido una obra de mucho tiempo y se necesitará mucho tiempo para sanar lo que aqueja a la sociedad.

¿Cuál es la solución? La solución es el regreso a la moralidad cristiana que se ha abandonado. Es la reconstrucción de una base moral que se abandonó hace ya muchos años. La solución es la conversión individual de cada uno de nosotros para establecer una sociedad más justa y menos materialista. La solución no es eliminar a los “malos”, sino transformar una sociedad que por mucho tiempo tuvo su fundamento practico en la corrupción, la mordida, el disimulo, el abuso y el materialismo. La solución radica en todos y cada uno de nosotros, en nuestra transformación. Como diría San Pablo en una de sus epístolas, que el que roba ya no lo haga y viva del trabajo de sus manos.

3 comments:

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